sábado, 31 de agosto de 2013

Leyenda de la Laguna de las Yeguas.

 
Otra de las lagunas carismáticas de la Sierra es la de Las Yeguas. El día de la Virgen
de las Nieves (5 de agosto) era tradicional hacer en ella una prueba de natación, denominada “la travesía de la laguna” junto a una competición de esquí.
Diego Marín hizo la siguiente descripción de la laguna (Marín, 1992; Titos,
1990): Tiene este hermoso venero la forma de una calabaza encorvada y mide 85 por 55 metros, recibiendo las aguas por su parte oriental, procedentes de las lagunillas y ventisqueros de la enorme Carigüela... El desagüe lo tiene al sur, formando el nacimiento del río Dílar, con pintorescas cascadas y remansos.
 
 
 
Sobre esta laguna hay una leyenda recogida en Titos (1998) titulada La leyenda de la Laguna de las Yeguas, y que dice así:
Era precisamente en la época en que la laguna rompe su capa de hielo para dejar paso, poco a poco, día a día, a las cristalinas y frías aguas.
Junto al desagüe un pastor vigilaba su rebaño esparcido por las vertientes del río Dílar. De pronto se dejó oír un espantoso rugido. El pastor, creyendo que sería motivado por alguna tormenta, miró al cielo que encontró completamente despejado y sereno, y no tardó en escuchar las siguientes palabras, pronunciadas por una cavernosa voz:
-¿Cuándo me dejarás salir de este encierro?
-Todavía no –respondió otra voz fuerte y potente- eres demasiado perverso.
El pastor quedó sobrecogido de espanto e intento huir, más en vano, porque sus piernas, inmovilizadas por el miedo, se negaron a obedecerle.
Entretanto, por el lado opuesto vio llegar a dos hombres ataviados con raras vestiduras orientales, los cuales miraron en la dirección en que él se encontraba, pero no dieron muestra de haber notado su presencia. Uno de ellos, de más edad, comenzó una serie de extraños movimientos y exorcismos dirigidos a la laguna, mientras que su acompañante sacaba una enorme red que, a una señal del de más edad, echó dentro de la laguna.
 Al instante tiraron ambos de la red y sacaron de las aguas una hermosa yegua blanca.
 - Esto no es lo que buscamos –dijo el mago, y la dejó suelta-.
Repitieron el sortilegio y volvieron a echar la red, y esta vez salió una yegua azul.
-Tampoco es esto lo que venimos buscando. Probemos nuestra última oportunidad –dijo poniendo a continuación el mayor cuidado en las palabras mágicas que pronunciaba; pero también volvió a salir otra yegua, aunque de color negro como el azabache-.
 
La desilusión se pintó en sus rostros. El de más edad comentó con su compañero:
- La suerte no nos ha sido propicia. El caballo rojo que nos hará invencibles nos ha esquivado una vez más. Marchémonos y en el próximo deshielo lo probaremos nuevamente.
El pastor, inmóvil, los vio alejarse, y mirando en derredor suyo vio a las yeguas que los extranjeros habían sacado de la laguna que estaban retozando en un prado cercano, y acercándose a ellas, se mostraron dóciles y se dejaron acariciar. De improviso un extraño y penetrante silbido se dejó oír. Las yeguas quedaron quietas y erguidas, estilizando su preciosa estampa, hasta que en un rápido galope se dirigieron a la laguna en cuyas profundidades volvieron a sumergirse.
Y dice la leyenda que esta es la historia que de generación en generación se ha venido transmitiendo entre los miembros de la familia del pastor, y que todos los años en esta época, empujados por una fuerza irresistible los descendientes del pastor van a la laguna; ese lugar les atrae más que ningún otro, ignorando si ello es debido a la historia que acabamos de oír o si solamente es debido a la belleza del paisaje que desde allí es posible contemplar.
 
 























 




viernes, 30 de agosto de 2013

Flores de verano (2)

Nueva entrega de estas flores que nos regalan su colorido veraniego...















miércoles, 28 de agosto de 2013

Aves...Migración.



MIGRACIÓN

Todo el día una línea y otra línea,
un escuadrón de plumas,
un navío
palpitaba en el aire,
atravesaba
el pequeño infinito
de la ventana desde donde busco,
interrogo, trabajo, acecho, aguardo.
La torre de la arena
y el espacio marino
se unen allí, resuelven
el canto, el movimiento.
Encima se abre el cielo.


Era un ángulo de aves
dirigidas
aquella latitud de hierro y nieve
que avanzaba
sin tregua
en su camino rectilíneo:
era la devorante rectitud
de una flecha evidente,
los números del cielo que viajaban
a procrear formados
por imperioso amor y geometría.





Yo me empeñé en mirar hasta perder
los ojos y no he visto
sino el orden del vuelo,
la multitud del ala contra el viento:
vi la serenidad multiplicada
por aquel hemisferio transparente
cruzado por la oscura decisión
de aquellas aves en el firmamento.
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No vi sino el camino.
Todo siguió celeste.
Pero en la muchedumbre de las aves
rectas a su destino
una bandada y otra dibujaban
victorias
triangulares
unidas por la voz de un solo vuelo,
por la unidad del fuego,
por la sangre,
por la sed, por el hambre,
por el frío,
por el precario día que lloraba
antes de ser tragado por la noche,
por la erótica urgencia de la vida:
la unidad de los pájaros
volaba
hacia las desdentadas costas negras,
peñascos muertos, islas amarillas,
donde el sol dura más que su jornada
y en el cálido mar se desarrolla
el pabellón plural de las sardinas.
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En la piedra asaltada
por los pájaros
se adelantó el secreto:
piedra, humedad, estiércol, soledad,
fermentarán y bajo el sol sangriento
nacerán arenosas criaturas
que alguna vez regresarán volando
hacia la huracanada luz del frío,
hacia los pies antárticos de Chile.
Ahora cruzan, pueblan la distancia
moviendo apenas en la luz las alas
como si en un latido las unieran,
vuelan sin desprenderse
del cuerpo
migratorio
que en tierra se divide
y se dispersa.




Sobre el agua, en el aire,
el ave innumerable va volando,
la embarcación es una,
la nave transparente
construye la unidad con tantas alas,
con tantos ojos hacia el mar abiertos
que es una sola paz la que atraviesa
y sólo un ala inmensa se desplaza.

Ave del mar, espuma migratoria,
ala del Sur, del Norte, ala de ola,
racimo desplegado por el vuelo,
multiplicado corazón hambriento,
llegarás, ave grande, a desgranar
el collar de los huevos delicados
que empolla el viento y nutren las arenas
hasta que un nuevo vuelo multiplica
otra vez vida, muerte, desarrollo,
gritos mojados, caluroso estiércol,
y otra vez a nacer, a partir, lejos
del páramo y hacia otro páramo.




Lejos
de aquel silencio, huid, aves del frío
hacia un vasto silencio rocalloso
y desde el nido hasta el errante número,
flechas del mar, dejadme
la húmeda gloria del transcurso,
la permanencia insigne de las plumas
que nacen, mueren, duran y palpitan
creando pez a pez su larga espada,
crueldad contra crueldad la propia luz
y a contraviento y contramar, la vida.

PABLO NERUDA

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lunes, 26 de agosto de 2013

Exteriores nocturnos de la Mezquita de Córdoba.

Recupero unas imágenes del mes de marzo que tenía aún sin publicar. Las tomé durante mi visita a Córdoba, en una noche que invitaba al paseo sosegado por los alrededores de la Mezquita. Espero que os gusten...